En el panorama mundial actual, el arte se ha convertido en un refugio de valor cada vez más relevante. No solo los coleccionistas y los amantes del arte están comprando obras, esa minoría cada vez va evolucionando más hacia CEOs, inversores, abogados… Una gran cantidad de personas se han dado cuenta de las posibilidades y beneficios del arte a la hora de pensar en su valor.
Tabla de contenidos
El valor del arte en tiempos de inflación
Una de las ventajas más destacadas del arte como refugio de valor es su capacidad para proteger la inversión durante períodos inflacionarios. Al ser el arte un activo tangible, no se ve directamente afectado por la inflación. Mientras que otras formas de inversión, como las acciones o las monedas, pueden verse afectadas negativamente por la inflación, el valor del arte tiende a mantenerse. En el caso de algunos artistas, su valor puede incluso aumentar.
Debido a la demanda continua y a la escasez de piezas de calidad, ciertos artistas tienen un incremento de sus precios, ya que sus carreras siguen funcionando a la par que la situación económica. Esto hace del arte un bien estable, con capacidad de preservar el valor durante largos periodos de tiempo, siendo visto como un elemento atractivo para aquellos que buscan proteger su riqueza en momentos de fluctuación económica.
La diferencia principal entre el arte y productos básicos o moneda, es que el primero no está sujeto a las demandas del mercado. Una facilidad que le hace ser independiente y no sufrir reducciones de su valor. El arte es un activo tangible con tendencia a conservar su valor intrínseco independientemente de las fluctuaciones del mercado.
Hay que sumarle un valor subjetivo y cultural más allá del monetario. Al ser creadas como objetos únicos, con estilos y visiones personales, son inmunes a las fluctuaciones de la economía y de las políticas monetarias. De esta manera, la demanda y la percepción de su valor se determinan por el público y las tendencias culturales, factores ajenos a la inflación.
Al comprar arte, hay una mayor facilidad para protegerse de la inflación. El mantener su valor (e incluso poder aumentarlo) genera una mayor estabilidad y preservación del poder adquisitivo a largo plazo. Además, también se percibe como una diversificación de la cartera de inversión, al reducir riesgos y proteger más frente a la inflación.
Otro aspecto a considerar es que el arte son sus aspectos duraderos y tangibles. A diferencia de otras formas de inversión, son objetos que permiten su disfrute desde el primer momento. Esto es un valor adicional al brindar placer estético y cultural, junto a su función como resguardo del valor económico.
El arte como una inversión que se revaloriza
El gasto principal al comprar una obra de arte puede verse devuelto exponencialmente dependiendo del artista. A medida que gana reconocimiento y reputación, sus obras alcanzan precios más altos en el mercado. Esto es especialmente cierto en artistas emergentes, los cuales pueden presentar un desarrollo exponencial en sus carreras.
Los coleccionistas y los inversores hábiles pueden aprovechar estas oportunidades para adquirir obras de artistas prometedores y ver cómo su inversión se revaloriza con el tiempo. La mayor diferencia con respecto a grandes artistas consagrados es que la inversión inicial suele no revalorizarse mucho: son obras de arte de gran coste que generan poco retorno debido a su gran capital y lo poco que salen a la venta. Sin embargo, invertir en un artista emergente es una garantía de calidad a largo plazo. Su arte es un valor refugio en el sentido de que tiene gran posibilidad de crecimiento. Al estar despegando su carrera, el desarrollo correcto puede consagrarlo y convertirlo en una figura importante. Esto hace que la inversión inicial de la compra haya sido un hábil movimiento que sirva para generar un mayor valor patrimonial.
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Un legado para futuros descendientes
El arte también ofrece la posibilidad de dejar un legado duradero para las generaciones futuras. A diferencia de otras inversiones que pueden desaparecer o disminuir en valor con el tiempo, las obras de arte pueden ser apreciadas y transmitidas a lo largo de las generaciones. Este aspecto intangible del arte da una sensación de perdurabilidad y trascendencia: las colecciones se convierten en símbolos del gusto personal, la historia familiar y el patrimonio cultural.
Al transmitir una colección de arte a los descendientes, se les brinda la oportunidad de apreciar, aprender y heredar un activo con valor tanto emocional como financiero. El arte sobrepasa así el ser una forma de inversión, convirtiéndose en una conexión con la historia familiar y una expresión del gusto y los intereses personales del coleccionista.
El mercado del arte: un valor dinámico
El mercado del arte ofrece múltiples oportunidades para comprar y vender obras de arte. Existen galerías, casas de subastas y plataformas en línea que facilitan la transacción de obras de arte, lo que brinda a los coleccionistas la posibilidad de diversificar su cartera y adaptarse a las tendencias cambiantes.
Comprar arte es una experiencia enriquecedora en sí misma: implica explorar diferentes movimientos artísticos, descubrir nuevos artistas y participar en eventos culturales. Además, la pasión por el arte puede llevar a conocer a distintas personas, a la formación de comunidades y una red de contactos con distintos coleccionistas e instituciones, cosa que aumenta las posibilidades de venta y ayuda a entender el verdadero funcionamiento de una colección.
Invertir en arte ofrece beneficios tangibles e intangibles que lo convierten en un refugio de valor atractivo. Su gran capacidad para proteger contra la inflación, la posibilidad de aumentar su valor, la creación de un legado duradero y la existencia de un mercado dinámico hacen que sea una de las mejores opciones a considerar para quienes buscan preservar su riqueza.