La próxima edición de la Bienal de Venecia, que será la número 58, ya está calentando motores. Considerada como una de las más antiguas, importantes y prestigiosas exposiciones internacionales de arte contemporáneo del mundo, en su última edición fue visitada por más de 500.000 personas. Repasamos el pasado, el presente y el posible futuro de esta cita imprescindible con el arte contemporáneo.

Un poco de historia

La Bienal de Venecia nació  en 1895 y, salvo durante las dos guerras mundiales, no ha faltado a su cita con el arte desde entonces, a pesar de alguna polémica, algún que otro altibajo o la competencia con otros eventos artísticos que existe en nuestros días. En un primer momento era una exposición de arte italiano, aunque desde muy pronto fue convirtiéndose en un evento internacional. Ya en las primeras décadas del siglo XX varios países habían instalado pabellones nacionales en la muestra y en 1910 ya se exhibían artistas contemporáneos internacionalmente reconocidos: una sala dedicada a Gustav Klimt, una exposición individual para Renoir, obras de Picasso que fueron retiradas por ser demasiado impresionates o una retrospectiva de Courbet.
El formato se ha mantenido casi intacto desde el principio: la Bienal se organiza en torno a un parque, el Giardini, que alberga los 30 pabellones nacionales permanentes, entre ellos el de España. La asignación de estos pabellones fue dictada en gran parte por la política internacional de la década de 1930 y la Guerra Fría. Los que no forman parte de este selecto grupo tienen que alquilar, si quieren participar, espacios repartidos por toda la ciudad. Los países se presentan en sus pabellones con una propuesta artística que define un comisario seleccionado por los gobiernos o los jurados de cada país. En 2017  los países participantes marcaron un récord y fueron 81 naciones las que se batieron por el León de Oro a la mejor participación nacional.
 

 
La otra propuesta que crítica y público escruta con mayor interés es la que hace el comisario elegido por la Bienal en el espacio del Arsenale. En esta exposición se plasma el discurso artístico e hilo conductor de cada edición y es la ocasión para tomar el pulso al arte contemporáneo, de saber qué está pasando y hacia dónde se está moviendo conceptualmente el complejo sistema del arte.
Además de las propuestas oficiales, Venecia durante la Bienal es una auténtico hervidero de eventos paralelos. Para el visitante resulta prácticamente imposible asistir a todas las exposiciones, fiestas, cenas, charlas o debates que se suceden diariamente en la ciudad de los canales. En los últimos años las iniciativas privadas han terminado de inundar de propuestas la Bienal: marcas de lujo, fundaciones privadas, galerías de arte… todas quieren estar presentes de alguna u otra forma, ya sea comisariando exposiciones en un impresionante palazzo u organizando la fiesta de la temporada en una jardín semi-escondido a la que solo los más selectos invitados pueden acudir. Porque no nos olvidemos que, aunque la Bienal no está dirigida estrictamente para la venta de arte, el mercado funciona allí a todo gas. Los artistas que participan son anunciados con meses de antelación, lo que permite a galeristas y marchantes promocionarlos con mucha más fuerza. Además, cada dos años, la Bienal de Venecia coincide con la cercana Art Basel, la principal feria comercial del mundo para el arte moderno y contemporáneo. Numerosas galerías con artistas en exhibición en Venecia generalmente traen obras de los mismos artistas a Basilea, con lo que la simbiosis entre mercado y arte se hace todavía más patente.
 

 
Puede que, como algunos críticos no se cansan de señalar (entre ellos Francesco Bonami, ex-comisario de la Bienal en 2003), hayamos superado el umbral de tolerancia con la cantidad de bienales que desbordan el calendario artístico anualmente. El número ha crecido tan rápidamente en los últimos 25 años que casi hemos perdido la cuenta: hoy hay más de 300 distribuidas en Europa, Asia, América, África y Australia a diferencia de los principios de la década de 1980, en la que había menos de 50. Sin lugar a dudas son muchos los retos a los que se enfrentan este tipo de eventos (estancamiento de las propuestas, homogeneización artística, proyectos poco trabajados por el escaso tiempo del que se dispone o sobre importancia del mensaje curatorial por encima del mensaje de los artistas, por ejemplo) pero nadie puede negar que la Bienal de Venecia es otra cosa, es algo más que la diferencia de todas las demás, aunque sea simplemente por una cuestión de antigüedad y de experiencia.

Edición de 2019

Para la próxima edición, que se celebrará en 2019, ya se conoce tanto el nombre del comisario, Ralph Rugoff, como el título de la Bienal: May You Live in Interesting Times. Ralph Rugoff ha sido el director de la Hayward Gallery de Londres desde 2006, considerada una de las galerías de arte públicas más importantes del Reino Unido. Además Rugoff tiene experiencia en bienales, ya que fue el director artístico de la XIII Bienal de Lyon en 2015.
May You Live in Interesting Times es una frase de invención inglesa que ha sido citada erróneamente como una antigua maldición china que invoca períodos de incertidumbre, crisis y agitación. Según Rugoff, «en un momento en que la difusión digital de noticias falsas y ‘hechos alternativos’ está corroyendo el discurso político y la confianza de la que depende, vale la pena detenernos siempre que sea posible para reevaluar nuestros términos de referencia. En este caso, resulta que nunca fue una «maldición china antigua», a pesar del hecho de que los políticos occidentales han hecho referencia a ella en discursos durante más de cien años. Es una reliquia cultural alternativa, y sin embargo, a pesar de su estado de ficción, ha tenido efectos retóricos reales en importantes intercambios públicos. A la vez sospechoso y rico en significado, este tipo de artefacto incierto sugiere posibles líneas de exploración que vale la pena seguir en la actualidad, especialmente cuando los «tiempos interesantes» que evoca parecen estar con nosotros una vez más».
 

 
La 58ª Exposición Internacional de Arte no tendrá un tema per se, sino que destacará un enfoque general para hacer que el arte y una visión de la función social del arte abarquen tanto el placer como el pensamiento crítico.
El comisario ha insinuado también un cambio en la estructura de la exposición de la próxima Bienal para restar énfasis al objeto de arte y presentar formas de juego en el interés de «una participación profunda, absorción y aprendizaje creativo que el arte hace posible». El programa también se enfocará, dijo, en lo que «puede estar fuera de los límites, bajo el radar, o de otra manera inaccesible por varias razones».
En cuanto a la participación española en la próxima edición, ha sido el proyecto de Peio Aguirre, con los artistas vascos Itziar Okariz y Sergio Prego, el elegido para representar al país en su pabellón nacional. El proyecto del comisario se plantea como una exposición realizada en diálogo con Okariz y Prego en torno a la economía política del cuerpo. El jurado, compuesto por el director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, Nuria Enguita, Iñaki Martínez, Paul B. Preciado, Marta Gili y Manuel Segade, además del Director de Relaciones Culturales y Científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación-AECID, Roberto Varela, y la Directora General de Acción Cultural Española, Elvira Marco, valoró la especificidad del diálogo que los artistas establecen con la arquitectura y el contexto del Pabellón español.
Ya solo nos queda esperar hasta el próximo mes de mayo para descubrir cuáles serán las propuestas de esta edición y comprobar si la expectación que sentimos cada dos años cuando se va acercando la fecha se corresponde con la calidad, la provocación y la intensidad que siempre esperamos.
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