No vemos mejor manera de acabar el año que mostrándoos una entrevista a Julián Cruz. Julián Cruz es artista visual y editor. Ha participado en exposiciones tanto nacionales —ARCO; MUSAC; Matadero Madrid; Fundación Focus Abengoa; Circuitos; Injuve— como internacionales —Maumau; Jacob Van Leeuwen—. En su trabajo, siempre interesante tanto conceptual como formalmente, intenta transformar los significados que tradicionalmente hemos atribuido a las imágenes para desmitificarlos y transformarlos profundamente.
La pintura de Julian forma parte de la selección de cuadros modernos. Si quieres consultar más piezas en varios estilos, temáticas y tamaños, consulta nuestra sección de obras de arte modernas.
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Hablamos con Julián Cruz
Hola Julián. Me gustaría saber en primer lugar cómo es tu proceso de trabajo a la hora de afrontar un lienzo vacío.
Aunque todo depende de la serie o la exposición, siempre preparo un lienzo de acuerdo a un boceto previo, que puede ser un dibujo mío o un collage hecho digitalmente. En lienzo soy menos dado a la improvisación, por lo cual la fase anterior de preparación suele ser más larga. Desde luego, la traslación del boceto al cuadro se encuentra con dificultades: sobre el papel o la pantalla las formas no se comportan igual que sobre la tela debido a que cada técnica requiere una actuación distinta. Así, antes yo pintaba sobre lienzos imprimados donde el acrílico necesita ser controlado con mucha agua, donde precisamente colocaba grandes capas de color para ir arrastrando la pintura y quitarla. Ahora que trabajo sobre lino y algodón, dos materiales mucho más porosos, me veo en la obligación de tomar un camino sustractivo, esto es: hacer superficies opacas.
¿Por qué te interesa tanto la propia historia de la pintura en tu producción artística?
Creo que cuando alguien se adentra en una disciplina debe conocer su historia. La pintura es lo que más me gusta y, por defecto, toda aquella pintura que me precede. Lo interesante, a mi juicio, surge de las comparaciones históricas que han existido entre filosofía y representación, muchas veces mostrándose como polos enfrentados. La pintura es quizá la disciplina que mejor expresa, dado su recorrido, los señuelos y trampas que producen las obras de arte. Es un lenguaje que tiene sus propias leyes pero que ha afectado de un modo decisivo a la forma en que entendemos al sujeto y a los objetos: al primero como reflejo y a los segundos como simulaciones de lo que se puede ver pero no poseer.
En tu trabajo reflexionas sobre la relación que tenemos con las imágenes, ¿cómo crees que ha cambiado esa relación a lo largo de la historia? ¿Crees que estamos en la actualidad saturados de imágenes?
Las imágenes han servido como medios o vehículos donde se depositaban valores, sea a través de los símbolos políticos o religiosos. Que las imágenes hayan proliferado más o menos, depende en cada época del acceso que se tuviera a ellas. Pero a partir de la vuelta del revés que se hizo de la estética ilustrada, las imágenes artísticas pudieron convertirse en fines en sí mismos que no debían o podían participar de una constelación de valores distintos a los de la propia práctica. Si un ateniense veía una estatua y reconocía a un dios y no una escultura, es porque la estatua pertenecía a todo un conjunto de elementos civiles donde la propia noción de “arte”, tal y como la entendemos ahora, no tenía un valor específico. Del mismo modo se puede hablar del arte de las iglesias, que cumplía con una función distinta. Hoy hay quienes prefieren subordinar sus obras a planteamientos que desbordan lo artístico, olvidándose con ello de que el arte tiene su propio lenguaje y unas leyes concretas. Pero es la constatación de que todos hoy producimos imágenes a través de nuestros smartphones, lo que debe hacer preguntarnos qué valor tienen las imágenes artísticas. Por ejemplo: la ideología contemporánea, fruto también del modelo económico por el que nos guiamos, potencia la idea del “individuo” en una forma de exaltación hasta entonces desconocida. Sin embargo, los mitos de la pintura, sean éstos el de Narciso y Butades, nos enseñan que es a través de las imágenes y el reflejo como tomamos una objetivación de nosotros: precisamente porque no tenemos “dos cuerpos”, las imágenes mienten acerca de lo que somos. El arte, en todo caso, toma esa “mentira” es su potencia transformadora y crítica, cosa que a mi juicio no se puede decir de toda la morralla que se produce en Instagram que, siendo igual de interesante, apunta a defender la creencia de que una imagen nuestra expresa con fidelidad lo que somos.
En tus pinturas intentas transformar los significados que tradicionalmente hemos atribuido a las imágenes. Para conseguirlo recurres a imágenes existentes que provienen de multitud de fuentes: publicitarias, dibujos animados, catálogos o incluso a obras de otros artistas. ¿Cuál es el criterio que sigues a la hora de elegir esas imágenes con las que trabajas?
La representación artística cuenta con la demostración de que la “realidad” puede ser reproducida y, por tanto, simulada y desmembrada. Entonces, partiendo de que a las cosas se les puede copiar, no sólo ahora a través de los medios mecánicos más precisos, como de la propia práctica de la pintura, creo que el artista tiene que hacer hincapié en su capacidad de producir “engaños” con tal de demostrar la falsedad de que las cosas únicas y originales existen. A esto se le añade, por supuesto, que la práctica artística erosiona la identidad en el momento que coge los atributos de una cosa y los desplaza y los sustituye por otros. Por eso, cuando pinto, trato de reunir imágenes que, de forma convencional, vienen sujetas a una interpretación que se ve desmitificada o distorsionada en el momento en que se emparentan con otras que, hasta entonces, le eran ajenas. De este modo, no hago distinciones entre un dibujo animado, un fragmento publicitario o una pintura reconocida. En todo caso, yo creo que las formas determinan los contenidos y no al revés, por lo que cuando pinto una obra, conozco y entiendo los significados formales de las imágenes que uso, pero si las empleo es por cuestiones compositivas.
¿Cómo de importante para la carrera de un artista es participar del circuito institucional de premios, becas y residencias?
Es importante porque permite al artista introducirse en un sector que, precisamente por su desproporcionalidad entre oferta y demanda, es pequeño y muy limitado. Las tres cosas, los premios, las becas y las residencias, pueden ayudar a fabricar proyectos más ambiciosos debido a las cuantías recibidas y a la repercusión y experiencia que se pueden obtener de las instituciones que las promueven. Sin embargo, el artista que subordina su trabajo sólo a la obtención de becas, suele condicionar sus obras a una fórmula más o menos burocratizada de producción. Y lo que voy a decir lo sabe todo el mundo: si hay un empeño por alcanzar esas tres cosas de forma reiterada, es precisamente porque el artista sabe que su situación laboral es precaria. De esta forma, la búsqueda de la independencia profesional queda diluida, no sólo económica sino también discursivamente.
¿Qué es NUDO?
“Era”, me temo. NUDO surgió como una plataforma online que quería cubrir, tomando el relevo de una revista anterior llamada Secret Knots, la producción de textos y ensayos sobre arte en España escritos, principalmente, por artistas visuales. El enfoque se presentaba como números trimestrales donde el autor dirimía entre la unión o separación de dos conceptos, como fueron “El canon y el relato”, “El sistema y lo fantástico” y “Lo peligroso y lo necesario”. Carlos Fernández-Pello y yo, que fuimos los editores, quisimos promover un ámbito crítico donde fueran los artistas quienes, en vez de dejarse tutelar, tuvieran un espacio donde escribir. A pesar de que el proyecto se ha acabado, seguimos apostando por solidificar una escena local, en concreto la de Madrid, que tenga la inquietud de demostrar la calidad de los escritos de artistas españoles.
Háblanos de las obras que presentas en Saisho.
Son obras más antiguas que comprenden desde el 2015 hasta el 2017, donde aún seguía trabajando sobre tela imprimada, el uso del color era más amplio y las composiciones, aunque no en todas, admitían fondo y figura.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Acabo de publicar un libro junto a Luis Cruz Hernández titulado “La academia de Marte”, que se presentará en Salón junto a piezas de Ana Fernández y Mario Espliego. También he acabado un guión cinematográfico junto al director Fernando Baños Fidalgo y, si no se retrasa mucho, espero que para enero esté listo el libro de “Querer parecer noche” del CA2M, para el que he escrito un cuento largo. También tengo previsto participar en una exposición colectiva en la galería Rafael Ortiz.
Muchas gracias Julián. Si quieres conocer más su obra puedes hacerlo aquí.