Incluso antes de dedicarse al arte, la artista gallega Sabela Eiriz ha estado vinculada a la cultura: ha participado en obras de teatro como actriz o atrezzista, producido videocreaciones o gestionado proyectos culturales como comisaria. Con este background no es de extrañar que la obra de Sabela sea multidisciplinar, siendo sus medios principales la fotografía, el vídeo y la escritura y, en menor medida, el dibujo. La artista explora en su trabajo sus propias emociones pero a través de una mirada muy particular, ya que es documental y subjetiva al mismo tiempo, convirtiendo sus vivencias personales en historias universales.
Sabela forma parte de ese grupo de nuevos fotógrafos gallegas que han dado un salto de calidad a la escena artística local y nacional.
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Entrevista a la artista gallega Sabela Eiriz
Hola Sabela. Lo primero que me gustaría preguntarte es sobre los temas que trabajas en tus obras. ¿Tienes algunos sobre los que te interesa trabajar más que otros?
Completamente. Incluso cuando son proyectos que me proponen o me encargan, una de las razones principales por las que lo acepto es porque me remueve algo por dentro. Me dejo llevar por aquellos temas que me apelan de alguna manera y sobre los que tengo algo que decir o aportar… Los más personales, como la identidad o la autoimagen, la familia y las relaciones interpersonales, son los que suelen venir desde dentro, desde mi estómago, muchas veces por pura necesidad de pensarlo y hablar sobre ello. Otros temas que apelan más a la sociedad y con un sesgo más político o activista, como me ocurre actualmente con la salud mental o el ecologismo, suelen venir de un detonante externo, pero para mí son igual de importantes justamente por la necesidad de hablar sobre ello.
Trabajas sobre todo a través del lenguaje fotográfico y de vídeo. ¿Qué aportan estos lenguajes a tu obra y a tu forma de comunicar tus ideas que no aportan otros?
Creo que siempre me he manejado en el lenguaje visual, incluso cuando escribo, incluso en mi día a día cuando hablo con personas cercanas de manera coloquial. Para mí la potencia de las imágenes no radica sólo en su estética, sino en la capacidad que tienen para sugerir y para dar forma a mis ideas. Además, permiten que el público pueda hacer su propio ejercicio de interpretación, algo que siempre he tenido muy presente, ese ansia de interpelar y proponer significados… Por otro lado, también me he dado cuenta en los últimos años que a veces busco un ejercicio de contemplación: detenerse ante una imagen (fija o en movimiento) y mirarla, pensarla, como quien observa un paisaje y aprovecha ese momento de calma para reflexionar.
Sé que te interesa mucho la escritura. ¿Cómo la incorporas a tu trabajo?
La escritura siempre fue el lenguaje más ‘orgánico’ para mí y en el que menos me he formado profesionalmente, por eso creo que cuando aparece suele ser algo más instintivo o menos pensado que con otros elementos. Hace unos años hice un fotopoemario, a veces algún texto breve apoya o complementa alguna imagen, en otras ocasiones supone un punto de partida… siempre he visto a la palabra y la imagen muy integradas, también por aquello que comentaba de que incluso mi lenguaje escrito es a menudo muy visual. Entiendo la palabra y la imagen como dos idiomas que, según lo que necesite expresar, se adecuan mejor uno u otro o los dos a la vez, sobre todo cuando trabajo con vídeo.
Me parece muy interesante cómo aparece la poesía y tu huella personal en imágenes que podrían perfectamente ser más documentales. ¿Es algo consciente o inconsciente?
Casi siempre es algo consciente, aunque me ha ocurrido alguna vez verlo después y jugar esa poética a posteriori. Diría que además de ser algo consciente, también es inevitable… Es el modo en el que miro y en el que me gusta mirar, y a partir del cual voy construyendo mi lenguaje, mis imágenes o mis proyectos. Está muy relacionado con lo que comentaba antes sobre el uso de imágenes con una intención evocativa.
Cada vez hay más artistas que trabajan también como comisarios y gestores culturales. ¿Cómo influyen estas experiencias en tu producción artística?
Como yo no venía de una formación puramente artística, en un primer momento fue una de las diferentes vías que tuve para aprender y conocer funcionamientos y lenguajes del mundo del arte, algo que enriqueció mi proceso de producción. Pero lo que más me interesa hoy en día es que me permite conocer el trabajo de otras personas creadoras y artistas de diferentes ramas, crear sinergias, abrirme a lenguajes nuevos e incluso a veces vincularlos conceptualmente, pudiendo desarrollar temáticas desde diferentes puntos de vista.
También me parece muy interesante tu producción “comercial” como fotógrafa y editora de vídeos. Creo que los artistas que trabajan también por encargo tienen una visión distinta, un concepto más amplio de su obra. ¿Te parece a ti también?
Sí, por lo menos la mirada suele ser diferente… O quizás el foco de atención a la hora de realizar el trabajo, más artístico que técnico. En ocasiones no queda más remedio que ajustarse al cliente, pero cuando da libertad para introducir un carácter más creativo, yo personalmente lo disfruto mucho, tomando las herramientas que tienes a tu alcance pueden sacarse imágenes muy interesantes de un proyecto a priori más comercial.
Háblanos de las obras que presentas en Saisho.
En Saisho están las obras que componen el proyecto Unhidden, que realicé en el año 2015 durante una residencia artística en Fljotstunga, Islandia. Es una serie de «retratos de paisajes» donde gran parte de la fotografía desaparece por las propias condiciones meterológicas y se quedan de alguna forma «descontextualizadas» (de hecho, podrían haberse hecho en cualquier otro lugar y en cualquier otro momento). Están relacionadas con lo que comentaba antes sobre esa invitación a la contemplación y respaldadas por la filosofía del vacío como un lugar de origen y de posibilidades para que ocurra cualquier cosa. Con este proyecto participé en diferentes visionados, concursos y expos, me ayudó a definir una línea de trabajo y su discurso conceptual fue creciendo con cada etapa.
En Saisho hay también un par de obras de mi último proyecto, expuesto hace medio año en la Fundació Vila Casas bajo el título Sobre los mismos pasos, que desarrollé junto al pintor Gregorio Iglesias Mayo durante varios viajes a diferentes campos de concentración en Alemania y Polonia. Por un lado me encontré con la complejidad de hablar sobre algo tan tratado y, sobre todo, tan delicado, especialmente a través de la fotografía, así que traté de buscar un equilibrio entre lo documental y lo poético, y combiné las imágenes con dibujos, textos y una videoinstalación. Por otro lado, es una temática terriblemente actual hoy en día, y en ese sentido fue un privilegio no sólo desarrollar el proyecto sino ‘ponerlo en escena’ y buscar modos de llegar al público desde una óptica contemporánea.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Nos puedes contar algo sobre tus nuevos proyectos?
Por cosas de la vida, he tenido que volver a Galicia. Continúo yendo a Barcelona cada uno o dos meses dependiendo del trabajo, pero ahora mismo mi ‘centro de operaciones’ lo tengo en A Coruña, así que estoy tratando de aprovecharlo para sacar adelante ideas que tienen que ver con mis raíces o con mi vida aquí. Hace años que comencé a idear un proyecto familiar y una pequeña idea sobre mi ciudad natal, Lugo, y no puedo tener mejor excusa.
Además, estar aquí me permite reconectar con el teatro y la performance, y tengo más facilidades para producir obra de vídeo, así que son elementos que también me apetece retomar. No puedo concretar mucho más porque son procesos muy iniciales y no sé seguro qué saldrá todavía… pero esos son los planes para este próximo año, en el que también procuraré mover mis obras del proyecto Sobre los mismos pasos para que puedan tener algo más de vida y recorrido.
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