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Sema D'Acosta: "Las cuestiones más interesantes casi siempre ocurren fuera de los focos principales, que muchas veces están saturados y cargados de estereotipos"

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Sema D’Acosta (Sevilla, 1975) es uno de los comisarios de fotografía con un discurso más interesante de nuestro país. Además de su faceta como comisario, es crítico de arte y profesor de comunicación, realización y producción. También es colaborador habitual de Joan Fontcuberta y ha comisariado el Premio Pilar Citoler. A través de su trabajo, D’Acosta formula preguntas y se interesa por el futuro, más que por el pasado. Por eso, ha publicado varios libros especializados sobre arte contemporáneo, además de haber escrito ensayos y haber sido responsable de diferentes proyectos expositivos en los últimos años sobre múltiples artistas actuales.
Acaba de comisariar para Photoespaña OFFLAND, Un lugar ideal, al menos, una exposición que forma parte de un proyecto internacional llamado ‘Transeurope’, una iniciativa de intercambio y dinamización a través de la fotografía. Los artistas que se han seleccionado han sido Alessia Rollo, Yorgos Yatromanolakis, Eirini Vourloumis, Pablo Lerma, Suzanne Mooney, Emilio Pemjean, María Moldes y Myrto Papadopoulos. Hemos charlado con Sema sobre sus procesos de trabajo, el papel de la crítica hoy en día, el poder del mercado del arte o cómo integrarse en el sistema desde la periferia.

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Hola Sema, ¿cómo definirías la labor de un comisario?

Es la persona responsable de que una exposición tenga sentido; de algún modo, funciona como un catalizador que debe equilibrar todos los aspectos concernientes a ese proyecto, especialmente aquellos vinculados a su conceptualización. Cualquier exposición debe tener siempre una línea, un argumento que justifique los autores incluidos y los trabajos seleccionados. No se trata sólo de escoger obras, eso es muy fácil, sino de establecer un discurso que aporte algo nuevo, que sirva tanto a los artistas como al público. La labor de un comisario abarca diferentes facetas que van desde una idea inicial hasta su desarrollo en una sala. El objetivo de su trabajo es plantear cuestiones que nos hagan reflexionar sobre las cosas que ocurren en el mundo de hoy a través del arte. 

¿Cuál es el proceso que sigues para elegir a los artistas que participan en un proyecto?

Depende mucho del tipo de proyecto, hay infinidad de casos y circunstancias. Es muy importante tener en cuenta el espacio donde se va a presentar ese proyecto y cuál es su sentido, pero más todavía saber qué se quiere contar y cómo, eso es lo fundamental. Para elegir a los artistas hay que estar al tanto de lo que ocurre, conocer la realidad del arte y los artistas. Sea cual sea el proyecto, me gusta siempre que puedo ir a los estudios y hablar con ellos, conocer sus procesos de trabajo y su manera de pensar. Eso es esencial para mí, hacer un acercamiento desde dentro. Siempre que eliges a alguien de algún modo te comprometes con él, se establece un tipo de conexión que es para siempre, el vínculo dura mucho. 

Te has especializado en fotografía, ¿por qué?

Realmente me interesan todos los lenguajes, especialmente su sintaxis y ontología; me atrae aquello que tiene que ver con hacer preguntas y mirar hacia el futuro, no tanto al pasado. Me interesa muchísimo la pintura, por ejemplo, pero lo que ocurre es que la fotografía es el medio expresivo donde están sucediendo más cosas, el que más posibilidades permite ahora, el que abarca más campo. Hoy, el territorio de la fotografía se ha ensanchado, ha ampliado sus posibilidades. Si en el siglo XX predominó lo documental, ahora se producen continuos solapamientos con otras disciplinas expresivas como la pintura, la escultura o la performance, la instalación espacial… La Imagen actual es algo dinámico que genera cambios continuos, que se retroalimenta y da saltos de un sitio a otro. Es justo lo contrario a una instantánea, pasa de un estado material (sólido) a otro inmaterial (ubicuo). La fotografía es al mismo tiempo objeto y representación, soporte y contenido… Digamos que es el lenguaje que mejor se adapta al siglo XXI y los cambios que se han producido a nivel tecnológico y social en las dos últimas décadas tras la llegada de Internet, los ‘smartphones’ y la proliferación de las redes sociales.
La gente joven se comunica con imágenes, piensa y entiende el mundo a través de imágenes. Las ideas hoy se enlazan directamente con la imagen, todo es visual. La imagen se ha convertido en la materia prima con la que se construye la realidad, eso me interesa mucho. La pantalla del móvil, del ordenador o de la tablet están condicionando nuestro imaginario igual que el cine o la televisión condicionaron nuestro modo de aprehender la realidad en el siglo XX. Hay diferencias fundamentales entre las pantallas de antes y las actuales: el cine o la televisión implicaban un acto social y gregario; eran, siguen siendo, una experiencia compartida y controlada, dosificada. Ahora, Internet y las redes sociales son experiencias individuales, asociales, irreales, metaficticias; su caudal es tan descontrolado, que estamos inundados, desbordados. No sabemos cómo gobernar ese poder, las imágenes nos subyugan y condicionan, no podemos escapar de ellas. Instagram marca un ritmo que no sabemos dónde nos llevará, es una huida hacia delante. 

Cuando comisarías, ¿prevés el diálogo que puede producirse entre las piezas y el público en una exposición? ¿Es importante en tu trabajo este diálogo?

Claro, el objetivo es conectar con el público, que la gente entienda la idea que se le quiere contar. Establecer diálogos y complicidades es una labor sutil que permite crear zonas de seducción o interés para el espectador. Además, aporta nuevas lecturas a los trabajos en función del modo de relacionarse entre ellos. 

En “OFFLAND. Un lugar ideal, al menos”, la exposición que has comisariado para esta edición de PHotoEspaña, los artistas participantes trabajan con la búsqueda de lugares, aunque sean imaginarios, donde la realidad se adapte a sus expectativas. Cuéntanos cómo ha sido el proceso curatorial en esta exposición.

Esta es una exposición particular, donde el comisario debía construir un discurso a partir de una selección previa de autores, algo que no es habitual. PhotoEspaña forma parte de un proyecto internacional que se llama ‘Transeurope’, una iniciativa de intercambio y dinamización a través de la fotografía en nuestro continente que se inició el año pasado. Durante 2018 se celebraron tres visionados diferentes en Madrid, Helsinki y Atenas. De ahí, se escogieron 31 autores con el objetivo de plantear tres exposiciones en cada uno de los países. Me llamó Claude Bussac a finales del verano pasado para invitarme a ser el comisario español que se responsabiliza del proyecto en PHotoEspaña. Yo, encantado y agradecido. A partir de ahí, había que hilar un discurso en función de las afinidades entre autores y, muy importante, el espacio disponible, en este caso el centro cultural Galileo de Chamberí. Finalmente, seleccioné ocho autores. La idea es plantear una exposición que nos hace pensar sobre el paisaje de un modo diferente, huyendo de lo explícito y buscando maneras más personales de narrar o contar una historia a través de las imágenes. He creado cuatro capítulos y establecido conexiones entre los fotógrafos que forman parte de cada sección. El resultado creo que funciona, a la gente le ha gustado bastante la propuesta.

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[«Offland. Un lugar ideal, al menos». Obras de Emilio Pemjean. Fotografía de Sema D’Acosta]

 

Además de comisario eres crítico de arte y profesor, ¿cuáles son las sinergias que se establecen entre estas disciplinas? ¿Se retroalimentan?

La educación es la clave. Enseñar es el camino, compartir y hacer a la gente partícipe de eso que llamamos arte contemporáneo o fotografía. Siempre que puedo doy clases e intento motivar a mis alumnos para que se impliquen. Mi planteamiento siempre es horizontal, haciendo entender a todos que cualquiera de ellos con sentido común, responsabilidad y esfuerzo es capaz de encontrar modos de participar en el mundo del arte contemporáneo de una u otra manera. Cada uno debe encontrar su sitio y saber de manera humilde qué puede aportar. Está claro que todo el mundo puede aportar algo, aunque sólo sea como espectador. Si tienen paciencia, se preparan bien y saben buscarla, les llegará la oportunidad. Lo fundamental es que sean honrados consigo mismos; cualquiera no puede ser comisario o artista, eso requiere unas competencias que no todos poseen. Ahora bien, pueden plantearse ser coordinadores de exposiciones, gestores culturales o abrir un blog, eso requiere menos responsabilidad. 

En tu opinión como crítico, ¿crees que la función de la crítica sigue siendo hoy relevante?

La crítica vive en nuestros días una especie de epílogo. Ya no existe como tal o ha perdido mucho de su sentido. Antes de la era de Internet y las redes sociales, el crítico era un mediador entre el público y el arte, un intérprete que analizaba las exposiciones para establecer un criterio. Hoy se ha roto la barrera entre las exposiciones y los espectadores, no hace falta mediadores y cualquier puede escribir en un blog o en redes sociales un texto interesante, incluso mejor que muchos que lo hacen en suplementos o revistas culturales. Han perdido peso los grandes opinadores, entro otros motivos porque ya no se paga bien la crítica, no merece la pena, da igual que se escriba bien o mal. Quedan reseñistas, gente que escribe de manera descriptiva sobre una exposición para cubrirla, sin mayor interés crítico. Los suplementos en papel se mantienen por la literatura, que sí es un negocio rentable, y sobre todo por no perder la publicidad, que en su mayoría ya sólo es de bancos y multinacionales. Grandes corporaciones que por cierto… están apostando mucho por el arte contemporáneo. 

¿Es más bien es el mercado el que funciona como crítico decidiendo, a través de las ventas, qué es “lo que vale” y que es lo que no?

El mercado decide mucho, cada vez más. En todo. Vivimos tiempos de eficiencia económica, algo preocupante que ya se ha dado por asentado y está condicionando el tipo de sociedad que estamos creando y legaremos a nuestros hijos. El éxito hoy se mide por el dinero. Los galeristas cada vez tienen más y más poder en el mundo del arte, cada vez son más comisarios y gestionan más aspectos del arte contemporáneo. Gestionan siempre, según su interés, no por una cuestión altruista o valorando lo público como una plataforma de pensamiento crítico. Poco a poco se van colando en las instituciones públicas o alcanzan acuerdos de colaboración y empiezan a hacer y deshacer. Un ejemplo claro es el centro que abrirá Hauser & Wirth, la galería más importante del mundo, en Menorca. Evidentemente plantearán proyectos interesantísimos de nivel internacional… pero me temo que será desde su prisma y según sus estrategias. El arte se ha convertido en una inversión, ha sido acaparado por el capitalismo neoliberal. Como ironiza Hito Steyerl, vivimos ahora en la era del arte duty free. 

Trabajas con artistas emergentes, ¿hacia dónde crees que va el arte contemporáneo emergente en España respecto a temáticas, proyección internacional, aspiraciones…?

Creo que nuestro país tiene una cantera buenísima de artistas jóvenes, con el mismo nivel o mejor que en otros sitios. También los artistas de mediana carrera o más consolidados son excelentes. En general, encuentro autores de bastante nivel por aquí, en todas las edades. El problema principal es el contexto que los genera y debe acoger, que es muy deficiente. No existe una estructura adecuada para proyectar eso fuera de España o ni tan siquiera para resguardarlos y garantizarles unos mínimos. Eso sí me parece preocupante, no la calidad de los artistas que me deja bastante tranquilo. En un lustro o algo más, creo que el arte español será más demandado desde fuera, debido en parte a mucha gente que ha tenido que irse fuera por la crisis. Esa aparente debilidad se convertirá en una fortaleza en unos años, cuando se establezcan a partir de ahí nexos y sinergias en función de personas concretas. Confío que así sea, nos queda esa esperanza porque de las estructuras culturales españolas no podemos esperar mucho. Uno de nuestros problemas graves es que aquí está todo tremendamente politizado, siempre se mira al corto plazo y en el entorno cercano, resolviendo según los intereses de un partido concreto y sus posibilidades de poder. Pocas veces se plantean iniciativas a medio o largo plazo, así es imposible sembrar o consolidar nada. 

Aunque trabajas por toda España, la mayor parte de tu carrera la has desarrollado desde Sevilla. ¿Cómo es esa dualidad entre el centro y la periferia en el arte? ¿Es muy difícil desarrollar una carrera sin estar en el centro?

Las cuestiones más interesantes casi siempre ocurren fuera de los focos principales, que muchas veces están saturados y cargados de estereotipos. La periferia de España permite una visión más global de lo que ocurre en nuestro país. Pertenecer a otro contexto más allá de Madrid te obliga a estar alerta a lo que ocurre en Madrid, por supuesto, pero también a lo que ocurre fuera de ese núcleo central. Es un modo tener un campo de visión más amplio, aunque los de Madrid no se den cuenta y piensen que todo lo importante pasa en la capital. Yo vivo en Sevilla, me esfuerzo bien por conocer todo lo que ocurre en el sur, desde Badajoz y Cáceres hasta Murcia y Cartagena, no sólo Andalucía. Viajo habitualmente a Madrid y Barcelona, veo todo lo que me interesa en cualquier sitio. Vivir en Sevilla no es ningún inconveniente, incluso diría que tiene bastantes ventajas. Para desarrollar una carrera de cualquier tipo lo esencial es tener valía y ser profesional, ése es el camino, esforzarse por ser bueno en algo. Ahora da igual donde vivas, lo importante no es la distancia sino las horas que te separan de ese destino, está todo cerca. Es más fácil y se tarda menos en viajar a Londres o París en avión desde Sevilla que a Almería en coche. Se han relativizado las distancias. Hoy puedes ir a Bilbao por la mañana, ver las exposiciones del Guggenheim, visitar algunos estudios de artistas y volverte por la tarde a Sevilla.

La exposición «OFFLAND, Un lugar ideal, al menos», comisariada por Sema D’Acosta en el marco del festival Photoespaña, se puede visitar hasta el 23 de julio en el Centro Cultural Galileo de Madrid. 

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