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Ocho formas de mirar el presente

Obra del artista Otón y de Victor Manzanal en una de los espacios de la S Gallery

Una lectura sobre la reapertura de temporada de S Gallery

A medida que avanzamos en la segunda mitad de la década, la práctica artística contemporánea parece reclamar un espacio de reorganización simbólica frente a un entorno visual colapsado. Saturados de imágenes que repiten —con variaciones apenas reconocibles— códigos obsoletos de representación, se hace cada vez más necesario detenerse y preguntarse por las condiciones de posibilidad de la imagen hoy: no ya como documento, símbolo, o espectáculo, sino como lenguaje autónomo, como pregunta abierta.

La exposición que inaugura la temporada 2025-2026 en la galería S Gallery —bajo el título Ocho formas de mirar el presente— se posiciona, sin ambigüedad, en ese territorio de fricción. Lo que aquí se propone no es una exposición colectiva al uso, sino una constelación de proyectos individuales —ocho exposiciones autónomas, ocho recorridos plásticos distintos— que convergen en una inquietud común: cómo generar imágenes con sentido en un momento donde los referentes tambalean y las narrativas tradicionales se disuelven.

El gesto curatorial, en este caso, no impone un marco unitario, sino que deja hablar a la diferencia. Cada sala acoge una propuesta en sí misma cerrada, con su lógica formal y conceptual, y sin embargo articulada en resonancia con las demás. El resultado es un ejercicio de polifonía donde los lenguajes se entrecruzan sin diluirse. La apuesta no es por la cohesión estilística, sino por la pluralidad discursiva como reflejo —y síntoma— de una época.

Hacia una cartografía de lo visual contemporáneo

Rómulo Celdrán en una de las salas de la S Gallery

El recorrido expositivo se presenta como una suerte de mapa no jerárquico de tendencias, preocupaciones y obsesiones del arte actual. Encontramos aquí artistas que trabajan desde la relectura del objeto —no como ready-made sino como fósil cargado de memoria— y otros que asumen el cuerpo como un soporte afectivo y dual, un territorio donde se inscriben tanto el deseo como la fractura. Hay propuestas que optan por la depuración del gesto, la reducción formal como estrategia de resistencia al ruido, y otras que reivindican la narración figurativa en clave simbólica, como herramienta para abordar la experiencia desde una ficción ampliada.

Uno de los hilos latentes de la exposición es la tensión entre naturaleza y artificio: algunas obras operan desde una reorganización poética del entorno natural, mientras otras se sumergen en los modos en que lo cotidiano —lo menor, lo funcional, lo desatendido— puede ser elevado por la forma, resignificado en un nuevo estatuto visual.

No menos relevante es la presencia de trabajos que abordan la materia no como soporte neutro, sino como parte activa del discurso: superficies que respiran, pigmentos que se convierten en territorio. El peso del gesto pictórico, escultórico, o instalativo no está en la ejecución sino en la activación simbólica que genera. En este sentido, Ocho formas de mirar el presente no es sólo una exposición sobre la imagen, sino sobre la capacidad del arte para pensarse a sí mismo, para cuestionar sus medios y sus fines.

Contra la respuesta única: arte como multiplicidad crítica

Instalación de Antonio Guerra en una exposición previa en la S Gallery

Frente a un presente caracterizado por la aceleración, la polarización, y la inmediatez, esta exposición reivindica la lentitud, la deriva, y la ambigüedad. No se trata de ofrecer respuestas cerradas, sino de desplegar un repertorio de posibilidades. Cada “solución” planteada es en realidad una forma de insistir en la pregunta: ¿qué puede ser una imagen hoy?

La muestra funciona así como una suerte de laboratorio discursivo, donde se ensayan nuevas formas de mirar, de representar, de simbolizar. En lugar de refugiarse en la nostalgia de formas pasadas o en el cinismo de la ironía posmoderna, los artistas reunidos aquí parecen asumir la urgencia de construir nuevas gramáticas visuales, incluso cuando estas se manifiestan desde la fractura, el exceso o el silencio.

En su conjunto, Ocho formas de mirar el presente traza una radiografía de alta precisión sobre las derivas actuales del arte, no desde la autorreferencialidad del sistema arte, sino desde una preocupación genuina por lo real, por el afuera, por aquello que se escapa y, sin embargo, persiste como imagen.

La exposición no busca iluminar el presente con una única luz. Prefiere abrir múltiples ventanas, desordenar los mapas, proponer caminos paralelos. En tiempos donde todo parece exigir una explicación inmediata, se agradece una propuesta que recupere la potencia del arte como enigma, como forma de pensamiento visual y, sobre todo, como espacio crítico desde el que imaginar lo posible.

Durante las próximas semanas, iremos desvelando las voces que articulan cada una de estas soluciones. Ocho universos autónomos, ocho artistas cuya obra redefine, desde distintas ópticas, el potencial del arte contemporáneo para cuestionar y reconstruir la imagen.

La inauguración de Ocho formas de mirar el presente no es simplemente un comienzo de temporada: es una invitación a repensar el ahora desde lo visual. El acceso al evento es limitado. Si deseas formar parte de este recorrido por el pensamiento plástico contemporáneo, te animamos a asegurar tu plaza desde hoy.

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