En pleno 2025, cuando el arte habita simultáneamente el cubo blanco y el scroll infinito, las ferias siguen siendo los grandes escenarios del reconocimiento y la transacción. En teoría, son plataformas para democratizar el acceso al arte contemporáneo. En la práctica, funcionan como sofisticadas cámaras de eco donde las dinámicas de visibilidad, poder y legitimación se negocian —y se escenifican— con precisión casi coreográfica.
SUMMA Mallorca 2025 es un ejemplo reciente de este fenómeno. Con 30 galerías nacionales e internacionales reunidas en el Palacio de Congresos del Pueblo Español, la feria debutó con una ambición clara: posicionar a la isla como enclave de referencia en el circuito del arte contemporáneo. Entre los participantes, destaca la propuesta de S Gallery, que presentó una nueva serie del artista José Luis Serzo, uno de los nombres más relevantes del panorama nacional. Su obra, una meditación sobre el artista como sujeto histórico enfrentado al deseo, la ética y la mirada, condensa muchas de las tensiones que atraviesan hoy el sistema del arte.



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El capital simbólico de lo presencial
En un mundo que ya ha probado (y sufrido) los límites de lo digital, las ferias han emergido como reliquias cargadas de una nueva mística. Su mayor capital no reside solo en el volumen de transacciones, sino en la liturgia misma del encuentro: ver, ser visto, narrar y ser narrado. A través de pasillos blancos, frases performativas y vino templado, se tejen redes que son, ante todo, estructuras de poder. Estar presente no es solo ocupar un stand; es inscribirse en una cadena de legitimación que atraviesa al artista, al galerista, al coleccionismo y a la crítica.
S Gallery entiende bien este juego. Su participación en SUMMA Mallorca es tanto una operación de mercado como un gesto simbólico. Presentar a Serzo no es solo exhibir obra: es lanzar una tesis curatorial sobre la vigencia del artista como figura crítica, en un momento en que la producción cultural parece cada vez más plegada a la lógica del algoritmo y la complacencia estética.
Del descubrimiento a la repetición
La promesa de descubrimiento —ese supuesto ADN de las ferias— se diluye con frecuencia en una oferta que oscila entre la homogeneidad y el gesto oportunista. El mercado premia la seguridad, y la seguridad rara vez es sinónimo de riesgo artístico. Las ferias tienden a replicar patrones, premiando la obra fácilmente consumible, el discurso inteligible, la estética instagrameable.
Frente a esto, la visibilidad se convierte en un arma de doble filo: lo que debería ser una oportunidad para los artistas se convierte a menudo en una trampa de agotamiento. En ese sentido, S Gallery y su apuesta por artistas de media carrera, tanto nacionales como internacionales, representa una apuesta poco común: una resistencia al cortoplacismo que domina buena parte del circuito ferial.

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El mercado como espectáculo
Las ferias no solo son espacios de transacción; son también eventos mediáticos que participan de la lógica del espectáculo cultural. En este sentido, SUMMA Mallorca no es solo una feria: es una declaración geopolítica. Es la isla no solo como destino turístico, sino como nodo simbólico del capitalismo cultural contemporáneo. Es el arte como vector de branding territorial, como activador de economías locales y como discurso identitario.
Aquí, el arte se vuelve catalizador de deseos múltiples: inversión, pertenencia, prestigio. Y aunque estos deseos son legítimos, también exigen vigilancia crítica. Porque si el mercado se convierte en el único marco de validación, corremos el riesgo de reducir la experiencia artística a mera mercancía y la creación a producción estratégica.
¿Y ahora qué?
Las ferias siguen siendo necesarias. No por su volumen de ventas, sino porque nos obligan a vernos —y vernos críticamente— en el espejo del sistema. Su relevancia futura dependerá de su capacidad para generar no solo oportunidades comerciales, sino también preguntas estructurales. Preguntas que incomoden, que desestabilicen lo obvio, que rompan con el consenso estético y político del arte institucionalizado.
En su breve pero significativa participación en SUMMA Mallorca, S Gallery parece apuntar en esa dirección: hacer de la feria no un fin, sino un medio para tensar los límites de la visibilidad, la narrativa artística y el lugar del arte en la contemporaneidad.

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